La obesidad es un proceso patológico común que afecta a los seres humanos. El incremento actual de la obesidad está directamente relacionado con factores dietéticos y un estilo de vida sedentario. Tiene un impacto importante en determinadas enfermedades crónicas, no sólo las relacionadas con eventos cardiovasculares, sino también otro grupo de enfermedades como la artrosis, trastornos psicológicos e incluso enfermedades tumorales, como el cáncer de colon y endometrio. La preocupación que se deriva de todo ello, provoca que una gran parte de los pacientes pidan asistencia médica para paliar o remediar la obesidad.
Intentaremos en este artículo aclarar las posibles relaciones que existen entre histamina y la aparición de obesidad, proceso que afectaría a un subgrupo de estos pacientes.
La histamina o β-aminoetilimidazol fue aislada por vez primera en 1907 por Windaus y Vogt, es una amina biogénica que se sintetiza en el ser humano a partir de L-histidina por medio de la enzima histidina-descarboxilasa, requiriendo como cofactor la presencia de fosfato de piridoxal. La histamina es liberada al medio desde los lugares de almacenamiento primordial que se sitúan a nivel de mastocitos, basófilos, linfocitos, células enterocromafines y neuronas histaminérgicas, encontrándose en altas concentraciónes en piel y mucosas. Tiene baja capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica, por lo que la histamina del SNC proviene de las neuronas histaminérgicas y de los mastocitos cerebrales. Numerosos estudios demuestran las innumerables funciones que realiza: mediador de la inflamación y respuesta inmune, neuromodulador, participa en la regulación del ciclo sueño-vigilia, aprendizaje, conducta sexual, etc. Los efectos de la histamina se deben a su interacción con receptores acoplados a proteínas G. Actualmente están reconocidos 4 receptores y tres de ellos (H1, H2, H3) están distribuidos de forma importante en SNC. La mayor parte de los receptores H3 (RH3) se encuentran a nivel del SNC, aunque también presentan una distribución periférica principalmente en el tracto gastrointestinal y el corazón.
El receptor H3, tiene una función primordial en la ingesta de alimentos. Es un autorreceptor con capacidad para regular presinápticamente la síntesis y liberación de histamina en las neuronas histaminérgicas del SNC. En las neuronas no histaminérgicas existen heterorreceptores que modulan la liberación de otros neurotransmisores como dopamina, acetilcolina, noradrenalina e incluso neuropéptidos.
Pruebas recientes sugieren que el RH3 muestra actividad constitutiva intrínseca, in vitro así como in vivo (es decir, es activo en ausencia de un agonista). Los compuestos que actúan como agonistas inversos pueden inhibir su actividad. Se esperaría, por lo tanto, que un antagonista o agonista inverso de RH3 de histamina aumentara la liberación de neurotransmisores regulados por RH3 en el cerebro. Un agonista de los RH3 de histamina, por el contrario, conduce a una inhibición de la biosíntesis y/o liberación de histamina y otros neurotransmisores, tales como serotonina y acetilcolina. Estos hallazgos sugieren que los agonistas de los RH3 de histamina, agonistas inversos, y antagonistas podían ser importantes mediadores de actividad neuronal y de otras células que puede expresar este receptor.
Los animales con alteraciones a nivel del RH3 tienen tendencia a presentar hiperfagia, diabetes mellitus, obesidad, hiperlipemia, hiperinsulinismo y hiperleptinemia, características propias de un síndrome metabólico. Las alteraciones cardiovasculares relacionadas con el síndrome metabólico inducirían cambios funcionales a nivel del hipotálamo que traería como consecuencia alteraciones de la liberación de histamina de forma secundaria.
Actualmente están en estudio antagonistas H3 con objeto de contrarrestar el aumento de peso. El bloqueo por tanto de dichos receptores atenuaría el efecto inducido por la leptina sobre la alimentación y adiposidad. La leptina debería su efecto a la liberación de histamina hipotalámica que actuaría sobre los receptores histamínicos. Los antagonistas podrían por ello tener un uso terapeútico en el control de la obesidad, sueño e incluso alteraciones cognitivas.
La histamina provoca por otro lado un aumento en la ingesta de agua debido a su acción sobre los receptores H1 y H2 mediados por un aumento en la liberación de ADH, que tendría un efecto antidiurético y una activación simpática compensatoria a nivel renal. A nivel vascular la histamina puede inducir disminución de la presión arterial que sería compensada de forma secundaria con aumento de la liberación de ADH. La ADH provocará un aumento de la permeabilidad de los túbulos renales frente al agua, por lo que la mayor parte del agua es reabsorbida. Concentraciones más altas provocan una mayor retención de agua y se excretaría la cantidad justa para eliminar los productos de desecho.
En la histaminosis alimentaria no alérgica, se produce un reconocimiento incorrecto de los alimentos en buen estado por parte de la inmunidad innata, que llevaría a una liberación histamínica de causa inmunológica. Este aumento de histamina traería consigo todos los efectos deletéreos anteriormente expuestos, un aumento tanto de la ingesta alimentaria como retención de líquidos. De forma conjunta dichas alteraciones llevarían a los pacientes con cierta facilidad a una ganancia de peso, por encima de la esperable.
Tras un diagnóstico correcto de este tipo de pacientes y tras instaurar una dieta terapeútica adaptada a sus necesidades, existe una pérdida de peso superior al 10% en las primeras semanas de tratamiento que se correlacionan con el descenso de los niveles de histamina.
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